Este libro reúne dos historias. En la primera de ellas, El cuarto de los sombreros, dos mujeres jóvenes viven un tiempo en la misma casa, comparten paseos y proyectos, todo se lo cuentan. Mas un día la vida las separa y se dejan de ver. Pasan los años y una de ellas, que ya es una anciana, se entera casualmente de que, poco antes de morir, su antigua amiga escribió un libro sobre el tiempo que compartieron. Y descubre que lo que se cuenta en él es una extraña historia de amor entre las dos. Una historia que nunca sucedió y que, sin embargo, le parece más real que todos sus recuerdos de entonces. En la segunda historia, La mentirosa, una niña cree ver en la oscuridad de una cueva algo que cambiará no solo su vida sino la de la comunidad en que vive, hasta provocar su desgracia.
En ninguna de las dos historias, como pasa en los cuentos, las cosas son lo que parecen. Y así un trastero donde se guardan viejos sombreros se transforma inesperadamente en una estancia encantada, un vestido puede apoderarse de la voluntad de una muchacha y obligarla a hacer cosas que sin él nunca habría hecho, la sala desvencijada de un cine donde dos amigas ven, cogidas de la mano, Gertrud, la última película de Carl Theodor Dreyer, se convierte, para su asombro, en uno de esos lugares donde se celebran las bodas entre la oscuridad y la luz, entre la realidad y el sueño, entre la vida y la muerte. Lugares todos ellos, como la oscuridad de la cueva donde la niña de La mentirosa tiene sus visiones, que hablan de esas regiones de naturaleza intangible y sagrada que aún perviven en el mundo. No hablan de lo perdido estas historias, sino de lo que regresa a nosotros misteriosamente intacto, como los cuerpos de aquellos amantes que encontraron abrazados bajo la lava de Pompeya. Nos enseñan que el don de la vida, como afirmó Nabokov, es fundamentalmente el don del pasado. Merecerlo es abrirse al asombro de que nada de cuanto hemos amado puede perderse del todo.