Hace ya medio siglo desde que Wendell Berry, bajo la mirada horrorizada de sus colegas académicos y de la intelectualidad, decidió abandonar su plaza como profesor en la Universidad de Nueva York para volver a su Kentucky natal, para trabajar unas pocas hectáreas y formular desde allí su pensamiento, vinculado de forma íntima con la tierra y con su defensa. El tiempo parece darle la razón. Berry desafía las categorías políticas tradicionales: las nociones asumidas de activismo y movimiento social, la eficacia misma de la política a escala nacional y global. Hacia la derecha, Berry denuncia el poder de las empresas y del capital que devora la naturaleza; hacia la izquierda, critica el individualismo desarraigado que privilegia la movilidad y el cosmopolitismo en detrimento de lo rural.
En este conjunto de ensayos, Berry nos habla de autosuficiencia (material, pero también moral), de las luchas en defensa de la cultura local, de la sobriedad feliz, del placer del trabajo de la tierra, de su rechazo absoluto a cualquier noción de progreso, del abandono de la arrogancia, de la recuperación del asombro frente a la naturaleza... Su fórmula para una buena vida es sencilla, y afortunadamente no pretende ser original: ve más despacio, presta atención, realiza acciones y produce cosas que merezcan la pena, quiere a tus vecinos, ama tu hogar, no te alejes demasiado de él, confórmate con menos, disfrútalo más.