Uno de sus colaboradores más cercanos demuestra que Arrupe fue un auténtico profeta, porque denunció con libertad y valor las lacras de su tiempo, que son todavía el nuestro, y supo ver cuáles eran los verdaderos problemas que, por desgracia, siguen sin resolverse. Arrupe tuvo una clarividencia extraordinaria y sus palabras gozan de plena vigencia. Merecen la pena recordarlas porque todavía iluminan nuestro presente.