Los próceres y las personalidades de Roma no eran distintos del común de los mortales. César fue un mujeriego toda su vida y se avergonzaba de su calvicie, pero eso no desmerece su grandeza de militar y estadista. Augusto no dedicó todo su tiempo a organizar el Imperio, sino que parte del mismo lo ocupó en combatir la colitis y los reumatismos.
Historia de Roma ofrece una serie de relatos apasionantes y veraces que iluminan en sus justos términos a los protagonistas de aquella época irrepetible.