Bruno no es de los que buscan venganza, pero casi por azar se le presenta la ocasión de tomar parte en el castigo a un hombre, calvo y grande, hasta entonces impune. Para ello, no tiene que hacer nada, se trata precisamente de no hacer nada: inacción con resultado de muerte.
Impunidad está escrita en primera persona. La voz de Bruno lleva al lector a través de los recuerdos diáfanos de su niñez, marcada por la pérdida de la madre y por la relación con un padre de fuertes convicciones. Las respuestas morales que Bruno obtiene de su memoria son casi siempre inciertas y el dolor que ha padecido no le ha hecho fuerte. La felicidad que encuentra gracias a un amor adulto no será suficiente para que Bruno pueda evadirse del odio que siente por un hombre, calvo y grande, cuya conducta dañina parece no tener castigo.