«Uno no acaba de saber de qué va un libro hasta que ha terminado de juntar las piezas. Extiendo ahora las cartas sobre la mesa, y me doy cuenta de que esta constelación de relatos breves y novelas cortas, de paseos y recuerdos entre la ficción y la crónica, dibuja, a su manera, una nueva entrega (otras voces, o tras épocas, otras formas) de la autobiografía que comenzó con Un jardín abandonado por los pájaros, porque a fin de cuentas resulta que me parezco bastante a ese tipo que asoma por muchas de las esquinas, bajo diversas luces. Barrios perdidos y reencontrados, noches que parecían eternas, fantasmas resplandecientes, carcajadas que vuelven a resonar. Una memorias en forma de álbum de cromos, almanaque o libro de horas.
O un doble disco.
O un cuarto de juegos: la puerta está abierta.»