En 1881 la Ley de Enjuiciamiento civil estableció los cinco medios de prueba que las partes podían usar para su defensa en juicio. Uno de ellos era la prueba documental. Aunque en aquel momento histórico la inmensa mayoría de documentos eran escritos en soporte papel o similar; lo cierto es que, como castizamente nos recuerda la conocida zarzuela . Así, más cien años después y al borde del nuevo milenio, los documentos han experimentado un profunda transformación que afecta al soporte en el que se escriben y al modo de practicar la prueba con ellos. El legislador del siglo XIX no podía imaginarlo y el del siglo XXI no puede desconocerlo. Mientras tanto será menester adecuar las leyes procesales a esas nuevas fuentes de prueba, hasta donde ello sea razonable.