Benito vive desganado, aunque se muere de ganas: anda destrozado porque lleva tres años sin sexo. Por eso colecciona llaveros, sufre lo indecible cuando ve a una mujer bonita en el metro y bebe demasiado chinchón. Sólo se lo ha contado a su hermana, aunque todo el mundo, también en el trabajo (es químico y emprendedor; es decir: empresario pobre) nota su abstinencia y su angustia.
Sus problemas podrían tener una salida: María.
Santiago Lorenzo, inventor de lenguaje y de mundos, el nieto más legítimo de Rafael Azcona y el sobrino del Eduardo Mendoza más hilarante, ofrece su novela más tierna, que se suma a otros afinados retratos de la precariedad tragicómica como "Los millones" y "Los huerfanitos". Esta obra sacía las ganas de sus ya numerosos lectores y lo consagra como un autor clave de la narrativa española.