T. E. Lawrence nació en el seno de una familia feliz, pero en pecado. Su padre había abandonado en Irlanda una esposa cruel y fanática religiosa, por la pulcra y exquisita ama de llaves, que sería la madre de cuatro hermosos e inteligentes niños de los que el segundo fue Ned. Tras varias mudanzas la familia se estableció en Oxford y los pequeños Lawrence comenzaron a destacar a nivel académico y social. En seguida Thomas Edward se interesaría por la fotografía, la arquitectura militar medieval y la arqueología, para la que demostró un talento poco habitual. Gracias a ello obtuvo una beca para trabajar en las excavaciones de Carchemish (Siria), con lo que comenzó su fascinación por el mundo árabe. Lo más extraño de comprender es como un hombre que definió el ejército como «sucia, hedionda y desolada abominación» acabara siendo el soldado más admirado del siglo xx.