Tras la publicación de Maestro Huidobro en el último año del siglo XX, una historia escrita por unos discípulos suyos de los que solamente sabemos los patronímicos, siempre se creyó que el autor del mismo era quien lo firmaba, aunque no es así, sino que se ha demostrado que prestó su nombre a esos discípulos de Maestro Huidobro.
Estas Memorias de un escribidor, escritas en un jugoso castellano, lleno de voces rotundas y sonoras, evocan un imaginario sorprendente y hechizante.
«Tenía claro el escribidor, por ciencia y experiencia, que vivía en un tiempo en el que un escribidor, ya fuese de un simple municipio minúsculo o de una notaría normal, estaba muy mal pagado, y entonces tenía que redondear sus ingresos escribiendo cartas ajenas o llevando igualmente las cuentas caseras de otros, y escribía luego otras cosas que le encargaban que no tenían muchos pies ni cabezas, pero muy ajustaditas de precio, y a veces gratis.»