Bajo la influencia de los grandes maestros del género, en muchos de estos relatos laten historias de amor y desamor, animadas por los celos o la ausencia y que transcurren en espacios vagamente fantasmagóricos. En algunos, la presencia de la muerte se hace inevitable y ominosa, bien desde el punto de vista del criminal, que confiesa sus actos sin emoción ni remordimientos, o de la víctima, que contempla los acontecimientos con resignación. En otros, la realidad se mezcla con la fantasía, sugiriendo finales alternativos a sucesos reales, o dando vida a personajes conocidos cuya aparición es una cuestión de probabilidad, y donde la comunicación entre épocas y planos diferentes tanto puede ser resultado del azar como de la imaginación o los conjuros.
Hacer un prólogo a un libro de relatos de tan diversos registros es todo un reto que decidí asumir, porque, al terminar de leerlos tuve la convicción de que me encontraba ante un libro atrayente y turbador. Con Parada de fantasmas estamos ante una serie de relatos en los que Rafael Alonso Solís despliega una capacidad descriptiva que nos los acercan, más que a lo pictórico, a lo cinematográfico.
Desde lo fantástico a lo fantasmagórico, del misterio a la incursión hacia el lado oscuro del corazón y la conciencia humanos, el autor nos introduce en una serie de mundos donde el amor y la muerte ocupan buena parte de los relatos. El amor entre el recuerdo de una realidad o de su invención, con los celos llevando al protagonista a una soledad angustiosa de la que, intenta, inútilmente, liberarse. La muerte como final o como inicio de la historia, en una trama de búsqueda que tiene que ver, tanto con lo literario como con lo existencial. El asesinato como un acto de convicción cuasi religiosa, cercano al sarcasmo o habitante de la zona más oscura de la condición humana, donde el goce del mal parece escapar a cualquier tipo de contención, provocando una sensación de desasosiego e inquietud que se mueve entre la fantasía y el terror, entre la memoria y la venganza.
Unos relatos en los que la ambigüedad y lo fantasmagórico cobran vida, y que nos muestran, aparte del gusto por el misterio, la pasión por la lectura y la investigación acerca de ese lado de nuestro yo que, a veces, inevitablemente, aflora, porque forma parte también de nuestra inexplicable pero apasionante existencia.