Proyectar es inefable. La experiencia de proyectar también. Sólo aquellos que proyectamos arquitectura sabemos de qué se trata. Somos incapaces de expresarlo en su totalidad. El lenguaje se nos queda escaso. Usaremos metáforas, vivencias, símiles para aproximarnos lo más posible a ella, pero jamás podremos contar todo aquello que llevamos dentro. Nuestro cerebro tiene áreas que trabajan mientras creamos pero que no siempre están conectadas con las áreas del lenguaje, pero sí lo están con áreas donde se tienen emociones y sentimientos. Los circuitos cerebrales del lenguaje no alcanzan toda la extensión de la mente. Para proyectar arquitectura algunas áreas quedan veladas al lenguaje. El "sentir" toma la palabra. La mano al dibujar se acopla mejor en ese campo. El gesto cuenta con más precisión de lo que nuestro intelecto ve incapaz de verbalizar. El arquitecto desesperadamente intentará encontrar palabras precisas a su trazo arquitectónico que jamás hallará. Le vendrán metáforas, insinuaciones, vivencias y símiles sin éxito. ¿Será eso lo que es tan fascinante al proyectar arquitectura?
