Este ensayo es una reivindicación de la experiencia literaria y de la enseñanza de la literatura. La imaginación moral que se cultiva en los libros es fundamental para que una educación democrática llegue a buen puerto. En esta obra el autor mezcla la confesión íntima como lector y escritor con las consideraciones críticas sobre los vínculos que unen los procesos de la literatura y de la sociedad.