El Arte de Retorno se explica a partir de las relaciones comerciales que tienen América y Europa, haciendo hincapié en la circulación bidireccional de obras, artistas, modelos iconográficos y estéticos. A su vez, las islas Canarias funcionan como lugar de paso obligatorio para navíos que hacían la ruta atlántica en ambos sentidos, estableciéndose como filtro, además de como laboratorio artístico y urbanístico. Esto hace que en el Archipiélago no tengan peso regulaciones gremiales y ordenanzas que controlen el trabajo de arquitectos, escultores, pintores, orfebres y creadores de toda índole, sino que, en su versión más libre y sin pasar necesariamente por la categoría de maestros, podían firmar contratos y dar rienda suelta a su creatividad. Esta efervescencia cultural e intelectual durante los siglos xvi, xvii y xviii impactará en los canarios, en su manera de ser y hacer, y generará un patrimonio cultural único. Al mismo tiempo, el isleño muestra desde los inicios de su historia un sentido de hermanamiento con los virreinatos y capitanías que no decae con la secularización de las sociedades en el siglo xix