Existe la opinión generalizada de que España no
tiene una filosofía propia, cuando lo cierto es que
lo mejor de la filosofía española se encuentra diseminado en su literatura. Prueba fehaciente de ello
es Baltasar Gracián, «padre de filósofos», como lo
llamó Schopenhauer.
En un mundo carente de orden y sentido como el
Barroco, el jesuita aragonés proporciona todo un
arte de saber vivir, una antropología existencial
del hacerse persona que se funda en la autoafirmación personal. ¿Cómo se llega a ser lo que se
es? He aquí el leitmotiv de toda la obra graciana:
la filosofía como manual de comportamiento en
tiempos de crisis.
El hombre prudente de Gracián aspira a crear sentido en medio del «sin-sentido», y hacerlo con
medios humanos (como si no hubiese divinos),
con la sola fuerza de su agudeza y de su ingenio. Si
bien es cierto que el héroe graciano no está solo: su
soledad es una soledad compartida. Por eso todo
proyecto de realización personal debe hacerse valer
en el gran teatro del mundo