El comunista español Francesc Boix, preso en el campo de exterminio de Mauthausen entre 1941 y el fin de la guerra en 1945, pasó a ser mundialmente famoso por su intervención en el proceso de Núremberg como testigo de cargo. Boix tenía el mérito de haber sustraído de la prisión un elevado número de fotografías, tanto negativos como fotos en papel, algunas de las cuales fueron usadas como pruebas de la acusación. Su fama persiste hoy en libros, documentales e incluso una película (El fotógrafo de Mauthausen, de Mar Targarona).
Sin embargo, cuando Boix se incorporó al laboratorio fotográfico de Mauthausen, en octubre de 1942, ya llevaba allí diecisiete meses otro español, Antonio García, que estaba escondiendo copias secretas de algunas de las fotografías que revelaba. Las mismas que, cuando fue internado en el hospital en febrero de 1945, le fueron sustraídas por Boix, que se las apropió y ya en la posguerra, viviendo en París las explotó comercialmente. Boix, que llegó a ser kapo jefe de un grupo de presos, mostró un comportamiento conflictivo con sus compañeros y adulador hacia sus captores, que llevó a García a declarar que «su disposición a lamerles las botas a los SS nos ponía enfermos».