El escenario es un libro de ausencias, y de unas pocas -aunque innegociables- certezas. Los poemas de Iribarren se mueven, más que nunca, en los márgenes de la luz, en el territorio de las sombras, en las grietas de los susurros. Versos que tienden puentes entre la vida y lo que, cada vez más, va alejándose de ella; versos que tratan de combatir -y es un combate inútil- contra lo inevitable; versos que asumen el acabamiento y la guerra perdida en un mundo cada vez más irreconocible. Pero también versos donde brota, siempre luminosa, la esperanza; donde el amor y la alegría, a pesar de los pesares, son un manto que lo cubre todo, o casi todo; donde el humor tierno y comprensivo hace menos cuesta arriba el camino. PABLO MACÍAS