Edición y traducción de Francisco J. Uriz.
Aunque Aspenström es el poeta de la cotidianidad por excelencia durante su vida se ha preocupado de grandes temas como la paz o la guerra nuclear.
Pero es su amor por lo cotidiano, lo pequeño, lo insignificante lo que caracteriza su obra. Y por la naturaleza. Aspenström ve lo que vive en las cosas. En su obra las cosas cobran vida, se produce una abolición de la frontera entre lo humano y lo no humano.
En relación con su poemario de significativo título Varelser (Seres) escribe: «Yo a animales y plantas y hasta a las piedras y cuerpos celestes los llamo seres». Es una manera de negarle al hombre su título de rey de la creación con poder de decidir sobre el mundo a su antojo. Podríamos decir que es un ecologista avant la lettre.
Francisco J. Uriz
Sueño
Si uno no sueña se vuelve loco.
Pero en mitad del sueño lo despierta la razón,
que encarga un tradicional desayuno inglés.
Uno tiene que seguir medio loco un día más.
Werner Aspenström (1918-1997) nació en 1918, en Torrbo, un pueblecito en la región de Dalecarlia (Suecia central). Estudió en la universidad de Estocolmo donde se licenció en 1945 en Filosofía y letras y teología comparada.
Fue nombrado doctor honoris causa en 1976 por la Universidad de Estocolmo y a lo largo de su vida obtuvo casi todos los premios de poesía importantes del país.
En 1981 fue elegido, contra su voluntad, miembro de la Academia sueca y aprovechó la débil protesta de la institución ante la fatua lanzada por Irán contra Salman Rushdie en 1989 para apartarse discretamente de la institución.
Además de los 18 poemarios Aspenström escribió cuentos y ensayos. Su libro Bäcken (El arroyo) es una autobiografía de los años de infancia y juventud.
También es un prolífico autor dramático. Sus más de 40 piezas se han publicado en cinco volúmenes. Traductor de poetas rusos y húngaros.
Murió el 26 de enero de 1997.
La obra de Aspenström está imbuida de sabiduría campesina y filosofía zen, con una particular visión de la vida que difunde en pequeñas miniaturas, sin levantar la voz, con dulce melancolía.
Aspenström construye sus poemas con una mezcla muy peculiar de realidades que aparentemente no tienen nada que ver una con otra pero cuya combinación hace saltar la chispa poética junto con una sonrisa.