INTRODUCCIÓN
LOS AUSTRACISTAS VALENCIANOS
Los inicios de la disidencia
La indefensión del Reino
La composición del austracismo
Después de la derrota
La amenaza del austracismo latente
LOS BORBÓNICOS VALENCIANOS
El bloque de la magistratura
La nobleza titulada
La nobleza no titulada y la fidelidad de los particulares
Eclesiásticos contra la sedición y la herejía
EL CONTROL DEL TERRITORIO VALENCIANO
Vísperas de la abolición
El proyecto de Colón de Larreategui
Menos políticos y más soldados
Los fracasados intentos de reforma civilista
LOS INSTRUMENTOS DE FELIPE V
Los capitanes generales
Los magistrados castellanos y valencianos
Los intendentes, «agentes de la felicidad del Estado»
Los gobernadores-corregidores y sus alcaldes mayores
EL MUNICIPIO BORBÓNICO
Los primeros ayuntamientos borbónicos
El perfil de los regidores
Las oligarquías municipales
El intervencionismo de la Corona
El problema del endeudamiento censal
LA IGLESIA VALENCIANA Y FELIPE V
Los arzobispos valencianos
Los obispos oriolanos, el regalismo y el Consejo de Castilla
El «infidente» clero regular
El celo borbónico de los jesuitas y su merecido premio
TIEMPOS DE MALESTAR
La prioridad del orden público
Los sucesos de Callosa d'en Sarrià y los incidentes entre Polop y La Nucía
La revuelta de Peñíscola o la tribulación de los buenos
Rescoldos de memoria
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE ONOMÁSTICO
ÍNDICE TOPONÍMICO
Felipe V creó para Valencia la Nueva Planta, un orden político que fortaleció su poder y acabó con las anteriores restricciones constitucionales. En 1707, la derogación de los fueros puso fin de forma traumática a una identidad política con 500 años de historia; pero hasta la muerte del monarca en 1746, su relación con Valencia fue cambiante y compleja. Los militares asumieron la dirección política y administrativa del antiguo Reino; los municipios quedaron bajo el control de oligarquías partidarias de Felipe V y la iglesia valenciana se escindió: la jerarquía y los jesuítas mostraron su adhesión al nuevo orden, frente a un clero regular de dudosa lealtad al monarca. Por encima de todo, los traumas de la guerra, y la difícil posguerra, dejaron una huella que perdura hasta hoy.