Reclutado en un lugar secreto del Japón rural junto a miles de
hackers llegados de todo el mundo, el padre de Max tendrá en la organización un cometido muy concreto como avezado humanista: entrenar a un humanoide hecho de silicio y liíquido refrigerante que, tras un trasvase de ARN, ha conseguido integrar en su interior un ello humano. Para que de su base cortical consiga nacer el yo y el superyó, las otras dos instancias del aparato psíquico freudiano que acabarán conformando su identidad, el padre de Max se pondrá al frente del proyecto Solaris, desde el que tratará de dar vida a la primera persona artificial de la historia.