Hay cosas que te marcan para toda la vida; una de ellas es llamarse Centeno. Cuando empezaron la secundaria, eran un grupo de cinco o seis chavales, pero ahora que iban a dejar el instituto sólo quedaban él y Pepe. Nunca se decían mentiras. Esta era una de las reglas principales. Ellos las llamaban apuestas, pero en realidad se trataba más bien de retos. Y aquel día, cuando Pepe le propuso una nueva apuesta a su amigo y le preguntó qué le parecía, la respuesta de Centeno fue: Me parece que desvarías, eso es lo que me parece.