Arnau entabla una búsqueda de puntos de contacto entre el pensamiento científico y las tradiciones sapienciales de la Antigüedad. Examina con brillantez algunos dogmas, cuestionando ciertos supuestos modernos y abriendo vías hacia una nueva ciencia en la que el universo no es una máquina constituida por materia muerta, la evolución un proceso ciego y mecánico, o la conciencia una mera actividad física del cerebro.