La literatura ha sido tradicionalmente un terreno reservado a los hombres y, hasta bien entrado al siglo XX, las pocas mujeres que se atrevían a tomar la pluma solían utilizar seudónimos masculinos para ocultar semejante acto de rebeldía. Sin embargo, ya en el siglo XIII algunas mujeres se atrevían a escribir en un mundo en el que sólo unas poquísimas privilegiadas tenían acceso siquiera a la lectura.