En el s.XVI, el jesuita Matteo Ricci, llegó a la China de los Ming para reavivar la llama misionera de Francisco de Javier. Ricci comenzó una evangelización muy exitosa basado en el diálogo. Gracias a su gran carisma y dominio del mandarín, consiguió relacionarse con altos funcionarios y científicos, estableciendo un diálogo religioso y científico que acercó distancias entre Oriente y Occidente.