Tel Aviv, 1968. Instigado por las sombras que lo acechan "al otro lado del espejo", Max Brod, el camarada y albacea de Kafka, se confiesa ante una grabadora magnetofónica: ¿por qué no cumplió la palabra de quemar a la muerte de Franz todos los escritos de éste? A partir de ahí esta obra se revela como una suerte de "biopic" donde la reflexión sobre el éxito y el fracaso se entrevera con alguna que otra desmitificción.