Los muchos miles de lectores de Luis Sepúlveda ya conocen su gran
pasión: viajar,á deambular por el mundo,
observar a sus gentes y escuchar sus historias. Pero Sepúlveda tiene también otra pasión, podría decirse que en
simbiosis con la anterior, que es la de contar él mismo, a su modo, esas
historias oídas y otras que, gracias a su desbordante capacidad de fabulación,
enriquecen la realidad convirtiéndola en literatura.
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Pues bien, esta vez Sepúlveda nos invita a acompañarle,
codo con codo, en algunos de sus periplos por las solitarias tierras de Patagonia y Tierra del Fuego. Así, conocemos a Ladislao Eznaola, vagabundo del mar en busca de un nave fantasma, a
su hermano Agustín, el bardo de
Patagonia, a Jorge Díaz y La voz de Patagonia de Radio
Ventisquero, la ternura de Panchito y
su delfín, a aviadores enloquecidos que lo transportan todo, desde vino hasta
muertos, por encima de la desolada inmensidad del paisaje... El libro se abre y
se cierra con dos encuentros e