Marcel Proust escribe con una diferencia de cinco años estos dos conjuntos de textos presididos por una idea absolutamente distinta. Si los Salones parisinos pertenecen al mundo en que se ha movido la primera juventud del autor y en el que ha nacido su primer libro, Los placeres y los días (1896), en El caso Lemoine se trata de una gimnasia del oficio de la
escritura, de un ejercicio de análisis de estilos ajenos a través de un caso de crónica de sucesos: la estafa de un tal Lemoine a la más alta compañía de diamantes del mundo. En los Salones encontramos un Proust que reseña actos sociales de ese mundo aristocrático con el que más tarde saldaría cuentas críticas en distintos volúmenes de A la busca del tiempo perdido. En El caso Lemoine el joven deslumbrado por ese mundo trasnochado se vuelve hacia lo que quiere que sea su oficio, y utiliza el suceso como tema de ejercicio literario y manera de encauzar una innata disposición a la imitación de voces y gestos: narrar el caso a partir del espíritu, las formas e incluso las expresiones puntuales de determinados escritores,
admirados unos, como Flaubert o Saint-Simon, otros no tanto, y en algún caso criticados, como ocurre con el famoso Sainte-Beuve, cuyos planteamientos negará o discutirá durante toda su vida. Estas páginas singulares presentan a un Proust distinto y a la vez reconocible, delicado o irónico, pero siempre seductor, acogido a la lucidez y el proverbia virtuosismo de su prosa.