"Samuel vive encerrado en un invernadero. Y todo alrededor es Silvia. Tan carnal como imaginaria; que habla, baila y siente como cualquiera de esos espectros que se pasean por lo que llamamos realidad. La realidad de nuestro interior. Los fantasmas de nuestra alma. Samuel ama, pero no sabe amar. Samuel desea sin saber desear. Samuel vive sin saber y mata sin saber matar. Ambos personajes/animales confinados por voluntad en su propio hortus conclusus y rodeados, como ortodoxia, por cierres, plantas y agua. Pero quizá nos sorprendan, y cuando queramos creer que vemos en realidad, veamos en realidad un sueño. El sueño del amor roto. El sueño del amor muerto. Y ahí sigo. Acercándome poco a poco a Samuel, su psique, su cuerpo, su voz..."
José Luis García Pérez.