No era de allí y, sin embargo, sentí que tenía una pa-tria intelectual. Una patria que no me pedía papeles de identidad, escribió Octavio Paz sobre su llegada a París, en la cosmopolita Francia de posguerra. En una Ciudad de la Luz efervescente, el escritor y diplomático trabó amistades y sostuvo conversaciones e intercambios que contribuyeron a convertirlo en el poeta internacional más mexicano.
En este concienzudo conjunto, Paz muestra a sus lectores que para cruzar fronteras literarias el único pasaporte necesario es la palabra.