Cruz se mira por primera vez a un espejo con seis años. Aún no sabe lo que las letras pueden hacer con él, ni lo que significa la palabra que escucha constantemente: gay. Tampoco sabe qué es el amor o la muerte, el éxito o el futuro, ni palabras como hombre, distancia, abuela o madre. Una mujer que cose los cuentos que él escribe, el primer beso de un niño que tampoco conoce lo que es ser homosexual, el cuerpo de su madre, la relación a distancia con el que cree su primer amor y la habitación de la planta de oncología le llevarán a utilizar el poder de las letras con un único fin: salvarse.